Los rezagos en la tasa de alfabetización que se presentaban, impulsaron en 1977 al Estado de Honduras a implementar la obligatoriedad de realizar un trabajo de alfabetización de adultos como requisito de graduación de secundaria. Generaciones de estudiantes han debido dedicar 140 horas de su último año de estudios a dar lecciones de alfabetización a adultos y cumplir con esta obligación. Cincuenta años después, un grupo de estudiantes de la Escuela Americana de Tegucigalpa (AST) asume el reto de provocar un cambio en una obligación que consideran ineficaz para el futuro de su país. Sin desmeritar el esfuerzo que los Estados deben realizar para extender los beneficios de la educación a los más pobres, prefieren centrar sus esfuerzos en una realidad que les afecta directamente. “El cambio climático es una amenaza a nuestro futuro. Los jóvenes estamos dispuestos a asumir el reto de cumplir con el trabajo social comprometidos con tareas que contribuyan a la protección del medioambiente”, señala Catalina Ramos, Presidenta del Trabajo Educativo Social 2019 de la AST. El enfoque liderado por esta alumna en proceso de graduación y seguido por sus compañeros le llevó a presentar a las autoridades del Ministerio de Educación hondureño una propuesta de cambio en el programa educativo social, trasladando las horas de trabajo a tareas relacionadas con la educación ambiental y cambio climático. Diversas normativas habían convertido el trabajo de miles de jóvenes graduados en un componente obligatorio del plan de alfabetización y atención escolar que había asumido el país. La propuesta orquestada en la Escuela Americana representó la aceptación de un cambio que había sido solicitado desde hace varios años por algunas escuelas secundarias y expertos educacionales. La iniciativa presentada a la Lic. Arely Argueta, Directora de Educación, Comunicación y Salud del Ministerio de Educación fue bien recibida por las autoridades, aprobando un cambio de orientación y la liberación de la obligatoriedad relacionada con la alfabetización para reorientar esas horas de trabajo al medioambiente. Esta aprobación significó un reto para el liderazgo estudiantil. Catalina impulsó en la AST la creación de un acuerdo con la Fundación Ecológica de Tegucigalpa, quien tiene entre otras tareas el desarrollo y cuidado del parque Juana Laínez, el área verde publica más extensa de la ciudad capital. La fundación, gracias al apoyo y financiamiento de la cooperación al desarrollo brindado por la Embajada de Japón, realiza extensas obras de reforestación, siembra, reproducción de viveros y aplicación de técnicas de adaptabilidad y mitigación del cambio climático que afecta al país. Cada semana los estudiantes de TES acuden a trabajar acompañados de dos de sus profesores y reciben la asistencia técnica de ingenieros ambientales y agrónomos. Cumplen con sus horas de trabajo en una actividad que valoran y en la que creen. “Los daños que provoca la contaminación afecta nuestro futuro”, dice Catalina Ramos. “Esta es una oportunidad de comprometernos, aprender y transmitir que proteger el medioambiente es una tarea de todos. Regresamos cansados, quemados por el sol y adoloridos de cada jornada de trabajo, pero nunca aburridos. Estamos haciendo un esfuerzo por algo en lo que creemos. Proteger nuestro planeta.” La presidenta de la Fundación Ecológica de Tegucigalpa, Luisa Maria Willingham, destaca el valioso aporte y el reconocimiento al compromiso de los jóvenes con el cambio climático y al esfuerzo que realiza esta generación TES 2019 de la Escuela Americana. “Es incalculable el aporte de los jóvenes que hacen bien sus trabajos. Son una inspiración que cautiva a otras escuelas y hemos descubierto todo el potencial creador de estos ‘cipotes’ colaborando con programas como la Cosecha de Agua o el Centro de Reciclaje”. “Para la Fundación es de gran relevancia atraer a voluntarios a las tareas ligadas con el medioambiente. Desde hace años impulsamos un programa de voluntarios comprometidos con las iniciativas ambientales en el marco del parque y su esfuerzo hace posible replicar estas tareas y multiplicarlas. Esta es una excelente iniciativa que esperamos más jóvenes imiten.” La fundación está formada y apoyada por la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa, La Asociación Hondureña de Instituciones Financieras, el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros Civiles, la Alcaldía Municipal del Distrito Central y los clubes rotarios entre otras instituciones. Un esfuerzo de centenas de personas que ha recibido el apoyo de empresas hondureñas, organizaciones del sector público hondureño y la cooperación internacional de Taiwán y Embajada de Japón. Los jóvenes dedicados al trabajo educativo social, como comenta Carlos Castillo desde la presidencia, pueden dedicar sus horas a promover aquellas iniciativas ligadas al cambio climático que le motiven y realizar un trabajo efectivo respecto del medioambiente en el área del parque que administra la Fundación. “La motivación por dedicar horas a la educación ambiental es natural porque son temas que nos importan realmente”. La experiencia es un testimonio del compromiso de un grupo de jóvenes secundarios que transformaron una obligación curricular en una oportunidad para provocar un cambio y al mismo tiempo resaltar los valores de una generación idealista, que se compromete con sus creencias, las practica y asume retos relacionados con cambiar las condiciones que les permitan crear un mejor futuro.
Los rezagos en la tasa de alfabetización que se presentaban, impulsaron en 1977 al Estado de Honduras a implementar la obligatoriedad de realizar un trabajo de alfabetización de adultos como requisito de graduación de secundaria. Generaciones de estudiantes han debido dedicar 140 horas de su último año de estudios a dar lecciones de alfabetización a adultos y cumplir con esta obligación. Cincuenta años después, un grupo de estudiantes de la Escuela Americana de Tegucigalpa (AST) asume el reto de provocar un cambio en una obligación que consideran ineficaz para el futuro de su país. Sin desmeritar el esfuerzo que los Estados deben realizar para extender los beneficios de la educación a los más pobres, prefieren centrar sus esfuerzos en una realidad que les afecta directamente. “El cambio climático es una amenaza a nuestro futuro. Los jóvenes estamos dispuestos a asumir el reto de cumplir con el trabajo social comprometidos con tareas que contribuyan a la protección del medioambiente”, señala Catalina Ramos, Presidenta del Trabajo Educativo Social 2019 de la AST. El enfoque liderado por esta alumna en proceso de graduación y seguido por sus compañeros le llevó a presentar a las autoridades del Ministerio de Educación hondureño una propuesta de cambio en el programa educativo social, trasladando las horas de trabajo a tareas relacionadas con la educación ambiental y cambio climático. Diversas normativas habían convertido el trabajo de miles de jóvenes graduados en un componente obligatorio del plan de alfabetización y atención escolar que había asumido el país. La propuesta orquestada en la Escuela Americana representó la aceptación de un cambio que había sido solicitado desde hace varios años por algunas escuelas secundarias y expertos educacionales. La iniciativa presentada a la Lic. Arely Argueta, Directora de Educación, Comunicación y Salud del Ministerio de Educación fue bien recibida por las autoridades, aprobando un cambio de orientación y la liberación de la obligatoriedad relacionada con la alfabetización para reorientar esas horas de trabajo al medioambiente. Esta aprobación significó un reto para el liderazgo estudiantil. Catalina impulsó en la AST la creación de un acuerdo con la Fundación Ecológica de Tegucigalpa, quien tiene entre otras tareas el desarrollo y cuidado del parque Juana Laínez, el área verde publica más extensa de la ciudad capital. La fundación, gracias al apoyo y financiamiento de la cooperación al desarrollo brindado por la Embajada de Japón, realiza extensas obras de reforestación, siembra, reproducción de viveros y aplicación de técnicas de adaptabilidad y mitigación del cambio climático que afecta al país. Cada semana los estudiantes de TES acuden a trabajar acompañados de dos de sus profesores y reciben la asistencia técnica de ingenieros ambientales y agrónomos. Cumplen con sus horas de trabajo en una actividad que valoran y en la que creen. “Los daños que provoca la contaminación afecta nuestro futuro”, dice Catalina Ramos. “Esta es una oportunidad de comprometernos, aprender y transmitir que proteger el medioambiente es una tarea de todos. Regresamos cansados, quemados por el sol y adoloridos de cada jornada de trabajo, pero nunca aburridos. Estamos haciendo un esfuerzo por algo en lo que creemos. Proteger nuestro planeta.” La presidenta de la Fundación Ecológica de Tegucigalpa, Luisa Maria Willingham, destaca el valioso aporte y el reconocimiento al compromiso de los jóvenes con el cambio climático y al esfuerzo que realiza esta generación TES 2019 de la Escuela Americana. “Es incalculable el aporte de los jóvenes que hacen bien sus trabajos. Son una inspiración que cautiva a otras escuelas y hemos descubierto todo el potencial creador de estos ‘cipotes’ colaborando con programas como la Cosecha de Agua o el Centro de Reciclaje”. “Para la Fundación es de gran relevancia atraer a voluntarios a las tareas ligadas con el medioambiente. Desde hace años impulsamos un programa de voluntarios comprometidos con las iniciativas ambientales en el marco del parque y su esfuerzo hace posible replicar estas tareas y multiplicarlas. Esta es una excelente iniciativa que esperamos más jóvenes imiten.” La fundación está formada y apoyada por la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa, La Asociación Hondureña de Instituciones Financieras, el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros Civiles, la Alcaldía Municipal del Distrito Central y los clubes rotarios entre otras instituciones. Un esfuerzo de centenas de personas que ha recibido el apoyo de empresas hondureñas, organizaciones del sector público hondureño y la cooperación internacional de Taiwán y Embajada de Japón. Los jóvenes dedicados al trabajo educativo social, como comenta Carlos Castillo desde la presidencia, pueden dedicar sus horas a promover aquellas iniciativas ligadas al cambio climático que le motiven y realizar un trabajo efectivo respecto del medioambiente en el área del parque que administra la Fundación. “La motivación por dedicar horas a la educación ambiental es natural porque son temas que nos importan realmente”. La experiencia es un testimonio del compromiso de un grupo de jóvenes secundarios que transformaron una obligación curricular en una oportunidad para provocar un cambio y al mismo tiempo resaltar los valores de una generación idealista, que se compromete con sus creencias, las practica y asume retos relacionados con cambiar las condiciones que les permitan crear un mejor futuro.