Llevan más de 11 años trabajando por los sectores más necesitados. Esta vez con el desafío de operar una oficina regional para Centroamérica, particularmente en el Triángulo Norte, Honduras, Guatemala y El Salvador, e incorporar a Nicaragua. La meta es aprovechar las distancias terrestres de Tegucigalpa a los países centroamericanos y convertirla en el eje de América Solidaria en la región.


 Este “cuerpo de paz” latinoamericano se inició en Haití con profesionales universitarios voluntarios comprometidos en el área de la salud. La experiencia permitió un proceso de expansión de la solidaridad al resto del continente.

En Centroamérica ya se dieron los primeros pasos. En Guatemala y Nicaragua se colabora en los ámbitos educativos, salud y seguridad alimentaria. En Honduras, en la región de El Progreso se promueve la solidaridad y la proyección social desde hace casi tres años. Tres profesionales chilenas soportan el calor de las zonas bananeras de la costa centroamericana, con la alegría de servir y apoyar a las familias de la zona.

El propósito de este compromiso se enfoca en que se promueva la erradicación de la pobreza de los niños y que las comunidades se desarrollen en mejores condiciones apoyados por jóvenes profesionales de distintos países. Lo único que se necesita para convertirse en un voluntario es ser un profesional que desee servir a sus semejantes. Se trata de modificar miradas, transformar relaciones y buscar justicia para quienes lo demandan.

Se trata de que los profesionales y jóvenes que quieran ayudar a sus semejantes puedan participar en los proyectos. Es un deber moral. Es por el interés propio.

José Luis del Río Goudie Empresario chileno, presidente de Friosur S.A

Un compromiso que se extiende en unpaís diferente de la nacionalidad, en un contexto de limitaciones de recursos, en un ambiente de alegría y experiencias valiosas de servir en iniciativas de desarrollo social que están operando. Esa es la gran diferencia de América Solidaria con otras fundaciones ligadasal desarrollo social. No crean proyectos nuevos. Se comprometen con ONGs, fundaciones e incluso entidades comunitarias o religiosas. Apoyarlas para ser más efectivas y de esa manera llegar a más personas, transformar más profundamente y hacer un cambio efectivo en favor de la familia, la niñez y la comunidad.

Benito Baranda, presidente ejecutivode América Solidaria, señala que la expectativa en la región es llegar a 300 profesionales voluntarios expatriados por año.

“Nos gustaría que en todo Centroamérica, particularmente en el Triángulo Norte, haya gente profesional esforzándose por mejorar la vida de los niños desnutridos”.

Ejemplifica con El Salvador, donde la cantidad de menores en estado de desnutrición es mayor a la de Haití. “Entonces, nos interesa trabajar en este país y regresar a Nicaragua, donde trabajamos antes; pero por razones de presupuesto tuvimos que salir. Queremos dar una señal de que nuestra intención es estar en los países donde están las dificultades para colaborarles”.

ALIANZAS SON NECESARIAS

Hay que globalizar la solidaridad y proyectar la cooperación para tener un continente más justo. Dar oportunidad a la gente que por años ha sido excluida. En el continente hay cientos de voluntarios que emprenden acciones positivas para las comunidades más pobres. Se une un cuerpo de paz de profesionales voluntarios, instituciones de la sociedad civil e iglesias. Sin embargo, el apoyo del sector privado empresarial, tanto grande, mediano y pequeño, es indispensable.

“Las empresas ponen mucha inteligencia y voluntad para sacar adelante sus proyectos. Les ofrecemos poner el mismo esfuerzo en proyectos que contribuyan a superar la pobreza. Queremos que los programas tengan mucho éxito. Buscamos personas con capacidad para contribuir a superar la pobreza de los niños”, expresa Benito Baranda.

Explica que el foco de acción tiene que estar en los niños y niñas porque la forma de superar la pobreza a largo plazo es proveyendo de oportunidades a esas personas para que cambien su realidad.

AméricaEconomía Centroamérica, recogiendo el desafío presentado por Benito Baranda, le acompañó en una visita a una comunidad hondureña (Divina Providencia, en el Valle de Támara, Honduras) formada por familias que perdieron sus viviendas como resultado del Huracán Mitch y a un hogar de menores internos que provienen de hogares en riesgo de uso de drogas. Una experiencia como centenas de las que hay en cualquiera de los países de América Latina y que pueden ser fortalecidas con el compromiso de los profesionales voluntarios.

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